Hollywood, 1940
Gene Tierney es «incuestionablemente la mujer más bella de la historia del cine». Tales fueron las palabras que pronunció el que entonces fuera fundador de los estudios 20th Century-Fox, Darryl F. Zanuck, y que, a día de hoy, muy pocos se atreverían a poner en duda. El productor la descubrió actuando sobre los escenarios de Broadway, y tuvo que insistir hasta lograr que la actriz se decidiese a firmar un contrato con él. Gene formó parte de una cantera de jóvenes actrices, las chicas de la Fox, en la que figuraban nombres como Betty Grabble, Rita Hayworth, Maureen O’Hara, Jeanne Crain, Anne Baxter y Jean Simmons (Gene solo llegó a trabajar con las tres últimas), entre muchas otras actrices que encandilaron al público y decoraron las portadas de las revistas durante las décadas de 1930 y 1940.
En la época dorada del cine norteamericano, cuando en Hollywood imperaba el poderoso sistema de estudios (regido por las majors que controlaban todos y cada uno de los aspectos de la industria cinematográfica), las estrellas se sometían a férreos y duraderos contratos que las comprometían a cumplir con toda clase de exigencias. Los estudios se preocupaban de dirigir minuciosamente las carreras y el look de sus actrices, moldeando y midiendo cada detalle, hasta conseguir que fueran acordes al estilo e imagen característicos que adoptaba cada estudio —además de entrometerse en sus vidas privadas, en ocasiones, llegando al punto de emparejarlas con otros actores con fines publicitarios. Cada uno de los grandes estudios producía un determinado tipo de películas en función de su situación económica y del personal que tenía en nómina. Por ejemplo, MGM, el mayor y más poderoso de los grandes estudios, se caracterizaba por un estilo muy «americano» que celebraba los valores de la clase media con un estilo visual muy brillante, uniforme y un diseño de producción opulento. Warner Bros. apostaba por la austeridad y la baratura de los decorados. Sus películas solían estar dirigidas a la clase trabajadora. En cambio, 20th Century-Fox adquirió reputación por su ajustado presupuesto y control en la producción, pero sus películas destacaban por su brillante atractivo y sus efectos especiales.
La belleza exótica
Las primeras películas de Gene Tierney son un claro reflejo de cómo procedían los estudios cuando se trataba de escoger los proyectos que creían adecuados para sus actores. En aquella época, lo normal era que los actores y actrices aceptasen cualquier papel que se les ofreciera. Para eso habían firmado un contrato de exclusividad con los estudios —de una duración de entre cuatro a siete años— que les garantizaba un salario semanal y papeles en sus películas. Si los actores rechazaban los papeles que les ofrecían podían verse seriamente perjudicados y ganarse la enemistad de los productores. El estudio tenía potestad entonces para sancionarlos con la supresión de sus salarios durante una semana o, si se diera el caso, tomar otra clase de represalias. Una vez, Gene Tierney fue sancionada por rechazar un papel en Murallas humanas (The Walls of Jericho, John M. Stahl, 1948). A los jefes de los estudios les gustaba Gene porque no era una chica difícil en esas cuestiones, no solía rebelarse y siempre resultaba agradable. Pero ella realmente no entendía el carácter del personaje que le asignaron y no quiso aceptarlo. Finalmente el papel recayó en Anne Baxter.
Su gran belleza y cierto aire misterioso e hipnótico en su mirada encabezó a Gene Tierney en la lista de actrices idóneas para interpretar roles exóticos. Los productores intentaban encasillarla en papeles de ese tipo, creando de ella la imagen de una mujer singular e insólita. Con sus ojos alargados, y un poco de ayuda con el maquillaje, bien podría pasar por una joven asiática sin que nadie se percatara. Y así fue que, especialmente en los comienzos de su carrera, viéramos a Gene interpretar personajes procedentes de diversas latitudes y culturas alrededor del globo. Buenos ejemplos son la euroasiática Poppy de El embrujo de Shanghai (The Shanghai Gesture, Josef von Sternberg, 1941), la princesa Zia —mitad árabe y mitad francesa— de Cuando muere el día (Sundown, Henry Hathaway, 1941); o la bella Eve, nativa de los mares del sur, en El hijo de la furia (Son of Fury: The Story of Benjamin Blake, John Cromwell, 1942), entre muchos otros roles que seguirían el mismo patrón a lo largo y ancho de su filmografía.
Grandes películas de grandes directores
Esos primeros trabajos le sirvieron a Gene para obtener presencia en las carteleras (muchos otros actores que hoy consideramos grandes estrellas, como Humphrey Bogart, tuvieron que hacer carrera durante años a base de pequeños papeles) y también para hacerse un hueco en el corazón de los espectadores, que caían rendidos ante su encanto y belleza. Además le proporcionaron la experiencia necesaria para forjarse una vida profesional que, hacia la mitad de la década de 1940, llegaría a su máximo esplendor.
En su relativamente corta —aunque muy prolífica— trayectoria fílmica se hallan títulos emblemáticos e inolvidables como Laura (ídem, Otto Preminger, 1944), Que el cielo la juzgue (Leave Her to Heaven, John M. Stahl, 1945); cuyo papel protagonista le consiguió su única nominación al Oscar como Mejor actriz, y El fantasma y la señora Muir (The Ghost and Mrs. Muir, Joseph L. Mankiewicz, 1947), por citar tan solo algunos de los más populares e icónicos. Gene se supo desenvolver, además, en toda clase de géneros como el western, la comedia romántica, el cine negro, el péplum, en historias de corte gótico y en el drama, donde despuntó con mayor éxito. Y tuvo la inmensa fortuna de poder aprender trabajando a las órdenes de los grandes maestros en la dirección como Fritz Lang, William A. Wellman, Ernst Lubitsch y John Ford.
Comprometida con su país
Cuando Estados Unidos entró a formar parte en el conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial, tras el funesto ataque a la base naval de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, el gobierno del país instó a la ciudadanía a alistarse en el ejército, a colaborar y a dar lo mejor de sí misma. Las estrellas de cine del momento no se quedaron atrás. Gene Tierney participó activamente en las campañas de venta de bonos de guerra y asistió a menudo al Hollywood Canteen. Este era un lugar de encuentro donde los soldados y marines acudían para divertirse antes de marchar a la guerra. Fueron muchas las actrices que se ofrecieron voluntarias para trabajar allí sirviendo mesas, limpiando y animando a las tropas con bailes y firmas de autógrafos. Fue justo en una de sus visitas a la cantina cuando Gene conoció a una de sus admiradoras, dando lugar a una situación que cambió drásticamente el rumbo de su vida. Ese inocente encuentro le acabaría pasando factura apenas unos meses más tarde y jamás la actriz fue capaz de olvidarlo.
En aquel tiempo, Gene Tierney protagonizó la película Thunder Birds (ídem, William A. Wellman, 1942), filme de aviación que funcionaba como vehículo propagandístico para levantar la moral de los ciudadanos ante la situación de la guerra, y siguió con Infierno en la tierra (China Girl, Henry Hathaway, 1942), otro título que también colocaba el conflicto bélico como trasfondo.
Una vida personal tormentosa
Nacida en Brooklyn, Nueva York, el 19 de noviembre de 1920, Gene Tierney fue una niña muy feliz durante su infancia. Al cabo de pocos años, ella y su familia se mudaron a una preciosa granja en Greens Farms, Connecticut. Se crio en un entorno de familia acomodada y dispuso de toda clase de lujos y bienes. Un barco, un caballo y hasta tres coches figuraban entre las posesiones más preciadas de la familia. Ni siquiera durante los primeros años de la Gran Depresión faltó un plato de comida en su mesa, si bien tuvieron que prescindir del servicio y adoptar medidas más ahorrativas. Pero al llegar a la adolescencia, poco a poco, de forma gradual, Gene fue dándose cuenta de que las cosas empezaban a torcerse en el núcleo familiar. Su padre tenía graves problemas financieros que, en el futuro próximo, serían un factor determinante, aunque no el único, en el enfriamiento de su relación con él. Un escabroso lío de faldas, que ocultó tanto a su mujer como a su hija, hizo que el respeto que Gene sintiera hacia su padre se desvaneciera para siempre.
La difícil relación con su padre sería la primera de muchas losas que Gene cargaría a sus espaldas. Otras más pesadas llegarían después, al conocer a su marido, el diseñador de vestuario Oleg Cassini, con quien mantuvo una relación constante de idas y venidas. Y, especialmente, con todo lo que ocurrió tras el nacimiento de su primera hija, Daria. Tiempo tendremos a lo largo de este especial para ahondar en los problemas personales que afectaron de manera tan profunda a Gene Tierney, haciéndola enfermar gravemente y sumirla en una depresión que a punto estuvo de costarle su vida.
En el desarrollo de este monográfico especial, que se irá publicando en distintas entregas a lo largo de las siguientes semanas, he tomado como principal material de referencia el libro autobiográfico Self-Portrait, publicado por Gene Tierney en 1979, y que a fecha de hoy permanece inédito en nuestra lengua. Por medio de esta serie de artículos se repasará la vida y obra de la actriz, dando a conocer las luces y las sombras de aquel bello rostro que conquistó Hollywood y tras el que se ocultaba una personalidad sensible y profundamente herida. Sirva este primer capítulo introductorio para presentar, de manera breve y superficial, los rasgos y sucesos más definitorios que hicieron de Gene Tierney una de las actrices más recordadas y admiradas en la historia del cine clásico. ⬥
Bibliografía
LIBROS Y ENSAYOS
Tierney, G., Herskowitz, M. (1979). Self-Portrait. Nueva York, Estados Unidos: Simon and Schuster.
V.V. A.A. (2020). El universo de Gene Tierney. Madrid, España: Notorious Ediciones.